Al contrataque

Un chantaje descarado

ERNEST FOLCH

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Las vueltas que da la vida. Es curioso que, para dulcificar ese gran centro de ludopatía que a pesar de ubicarse en Tarragona se llamará BCNWorld, se contraponga ahora al engendro nunca nato de Eurovegas. ¿Qué ha pasado entre aquel recibimiento a mister Adelson en  la Generalitat propio de un jefe de Estado sobrenatural, al estilo de Bienvenido Mr. Marshall, y este curioso y sobrevenido entusiasmo por el complejo de Veremonte? Por el camino, a medida que caían  los ceros de aquellos supuestos 200.000 puestos de trabajo que nos iba a traer Adelson, descubrimos las entrañas nada edificantes de Las Vegas Sands y las viejas promesas acabaron desembocando en un fiasco monumental en el que la margarita, por podrida, ni siquiera se deshojó.

Aquella opereta fue tal vez el ensayo general de lo que vamos a vivir ahora, una nueva mutación del monstruo del juego, que llega con la lección aprendida y la piel de cordero. No hace tanto de aquella rueda de prensa en la que se nos anunció el cambiazo de Las Vegas Sands por Veremonte, en el que, como en un truco de prestidigitación, el bueno pasó a ser el malo y viceversa. Y a pesar de que nos repiten como una letanía que el proyecto es mucho más que un casino, ha llegado la hora de la verdad y de repente lo único que importa es la fiscalidad sobre el juego, es decir, la pasta. Ni parques temáticos, ni resorts, ni proyectos alternativos, ni mandangas. Con la parsimonia propia del que se juega la vida a diario en una partida de póquer, los señores del juego han puesto sus cartas boca arriba y sin que se les moviese un músculo de la cara han dictado su sentencia: o rebajáis los impuestos o nos vamos. Este chantaje descarado ha sido, sin embargo, verbalizado con tal elegancia que incluso se ha colado en el Parlament sin que pareciera lo que es: una escalofriante coacción.

La bolsa o la vida

La técnica es una burda copia de la que inventó Adelson hace lustros, que consiste en amedrentar a los legisladores para que claudiquen y amenazar luego con irse a la ciudad rival: se activa la competición para provocar una subasta a la baja de la legislación vigente. Esta vez la novedad es que el mensaje se ha difundido con luz y taquígrafos, sin intermediarios, y a cara descubierta. El planteamiento es asombrosamente binario: o me das lo que te pido o me voy, es esto o nada, el casino o el desierto, la bolsa o la vida, mi proyecto o tu desempleo, sin grises ni por supuesto alternativas. El resultado es que el dilema ha desbordado el proyecto en sí mismo y se ha convertido en un asunto de interés general. Porque ceder a un chantaje público y legislar ad hoc para bajar los impuestos a alguien que encima te amenaza sería lo mismo que decir que nos hemos convertido no en un Estado independiente sino en una república bananera. Los caminos de la democracia son complejos y llenos de curvas. Si alguien prefiere los atajos, que se vaya.