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La miss que puso en jaque a la industria del entretenimiento en Japón

Miss Internacional 2012, Ikumi Yoshimatsu, denuncia el acoso al que están sometidas las modelos como ella en una historia de mafias, acoso y extorsión

Miss Internacional 2012, Ikumi Yoshimatsu, durante la rueda de prensa.
Miss Internacional 2012, Ikumi Yoshimatsu, durante la rueda de prensa.KAZUHIRO NOGI (AFP)

De ella se esperaba una sonrisa perenne y un comportamiento sumiso. Pero Ikumi Yoshimatsu se ha cansado de poner buena cara. Porque detrás de la exacerbada femineidad y de las maneras suaves que convirtieron a esta joven nipona en Miss Internacional 2012 se esconde una historia de acoso, extorsión y terror. Y, a pesar de que asegura que su vida está en peligro y de que requiere protección las 24 horas, Yoshimatsu ha decidido contarla. “Lo hago para ayudar a otras mujeres que son víctimas de hombres como el que me ha atormentado y para romper con la cultura del silencio que ha reinado en lo que respecta a los crímenes que se comenten contra las mujeres en la industria del entretenimiento”, contó el lunes en una conferencia de prensa sin poder contener las lágrimas.

Según relató Yoshimatsu, sus problemas comenzaron poco después de haberse coronado como la reina del certamen. En ese momento, decidió romper su contrato con la agencia que la representaba y montar su propio negocio de representación. Lo que no sabía es que la empresa con la que tenía un contrato pertenecía al grupo de Burning Dash, un conglomerado estrechamente relacionado con la mafia japonesa que no quería dejarla marchar. De hecho, lo único que le ofrecieron fue cambiar a otra agencia del mismo grupo. Y ahí es donde conoció a Genichi Taniguchi, presidente de Pearl Dash, directivo de K-Dash, y uno de los peces más gordos de la industria del entretenimiento en Japón.

A pesar de que ya estaba al tanto de las relaciones con los yakuza, Yoshimatsu se mantuvo firme en la decisión de abandonar la compañía con la que se había coronado Miss Internacional, y creó IY Global. Fue ahí cuando comenzó la verdadera pesadilla. “El 28 de diciembre pasado, Taniguchi irrumpió en el set de un programa en el que participaba, me siguió hasta el camerino, y trató de sacarme a la fuerza del estudio diciendo que él se encargaría de mi representación”, recordó la joven, de 26 años. El personal de seguridad tuvo que echar al directivo del edificio.

Pero el acoso no acabó ahí. Al contrario. Taniguchi comenzó una ofensiva para acabar con la carrera de Yoshimatsu. “Utilizando su influencia, llamó a televisiones y revistas y contactó con posibles patrocinadores para amenazarles con crear un escándalo si se asociaban conmigo”. Así, conseguir trabajo se hizo casi imposible para la modelo nipona. “Y el 13 de junio Taniguchi comenzó a llamar a mis amigos, incluso a mi padre, para exigirles que me obligasen a seguir sus instrucciones. Y añadió que, si no lo hacían, yo terminaría siendo una más de las mujeres que han muerto en el intento de escapar de su empresa”.

El problema, apunta Yoshimatsu, es precisamente ese: que su historia es una de cientos, no algo puntual. “A lo largo de los años, muchas mujeres han sido víctima de Taniguchi y de otros como él. Esta combinación de intimidación, abuso de poder, acoso sexual, tormento mental, extorsión, y amenaza con crear escándalos está dañando la industria del entretenimiento japonés. Y entiendo perfectamente a las mujeres que se han suicidado para escapar”.

Pero nadie habla de ellas. El lunes, Yoshimatsu arremetió contra la prensa del archipiélago porque no se ha hecho eco de su historia a pesar de que sí ha recibido los detalles sobre lo sucedido. No en vano, en su poder tiene grabaciones y testimonios de diferentes implicados. “La sociedad japonesa no quiere ver el problema”, se lamentó. Sin duda, ahora la modelo también tiene muy claro que los tentáculos de la mafia son muy largos. “Mis clientes comenzaron a cancelar sus contratos, Taniguchi empezó a extorsionarme, y la intimidación llegó incluso hasta mi casa, a la que enviaba detectives para vigilar mis movimientos. A la Policía le dije que no quería morir, pero solo ofrecieron patrullar de vez en cuando la zona”.

Este martes ha sufrido su última humillación. Tenía que entregar en Tokio la corona a la nueva Miss Internacional, pero la influencia del directivo nipón hizo que los responsables del concurso de belleza decidiesen prescindir de ella para la gala. “Me pidieron que fingiese estar enferma”. Pero no tiene ninguna intención de callarse. Ya no hay vuelta atrás. “No sería responsable por mi parte pedir a las mujeres japonesas que levanten la voz, porque viven con miedo. Pero sí exijo al Gobierno que apruebe leyes para dar seguridad real a las mujeres. Necesitamos protección antes de que nos maten o nos fuercen al suicidio”.

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