domingo, 31 de agosto de 2014

¡Allaw mi markallá!



 “los grandes bailarines no son geniales por su técnica, son geniales por su PASIÓN" 
  Martha Graham
 
Cuando, los ”Caballeros de Huari”, irrumpen  a ese espacio entrañable que los huarinos hemos  ideado y construido en Bocanegra y que,  cual nave sideral,  posee  la magia  de  transportarnos al universo vital,  de nuestra infancia y mocedad,  llamado  Huari, pareciera que ingresáramos a una burbuja  para luego levitar al ritmo de sus encantos coreográficos y acústicos. Los  viriles acordes de la caja y el pincullo, junto al singular cascabeleo,   se esparcen en el recinto y los corazones parecen latir al compás de su tañer alegre y bullanguero. La suscitación de emociones, en el gentío alborotado, tiene su rudimento en la lejanía de nuestra existencia, mora en lo más recóndito de nuestra memoria.  Por ello,  no resulta difícil inferir y concluir  que: “Todo  huarino baila el Huaridanza” ya sea desde el vientre maternal o desde la niñez.  Sin embargo,   dentro de ese gran conglomerado  y multitud inconmensurables, existen los  predestinados e iluminados  que marcaron época. “Dinastías”  cuyo abolengo ornó vastos ciclos de la historia nuestra. Allí están los Pukutainos  con su  abanderado el "Gran  Josafat” ,  los Valle de ·”Ura barrio” con su  legendarios “Cupi” y hermanos ,  los Yanacanchinos con Matilde TrujilloJulián Valle y  los Asencios  con su barco insignia Agliberto: el más grande bailarín de los últimos tiempos.

En todo ámbito o parcela de la vida, quién cruza los linderos de lo normal, de lo regularmente establecido,  sea  en  el deporte, la música, la literatura o el arte en general, se interna en  los dominios del Olimpo, lugar  reservado para los  predestinados y elegidos. Uno de aquellos,  es Agliberto Asencios Valencia  ¡Qué duda cabe caray¡ Bailarín de pletórica maletera y prolijo repertorio  que, no sólo,  encandila y deleita ,   sino,  que además  invita a la reverencia. Verlo danzar es un deleite que  atrapa  con  su gallardía, elegancia y sincronía. No hay espacio para la distracción mas si,  para la admiración y el regocijo. Cambia de ritmo,  de espacio, de bravura súbitamente,  refulge cual  esplendor de las luces y avellanas de octubre. Ofrenda sus sinuosos movimientos  ora, a la “Mama Huarina”,  ora a su patrón “San Bartolo”  y,   como nadie, a sus gatillinyas que se cuentan por centenares y miles.  Cuánta verdad entraña el epígrafe que encabeza y adorna este breve homenaje cuando afirma que "los grandes bailarines son geniales fundamentalmente por su pasión". Uno de aquellos es,  exacatamente, Agliberto. Decidores son sus lágrimas preñadas de emoción y alegría, y  su proclama de insondable  significado ¡Allaw mi markallá!

¡Loor a este bailarín de estirpe!  que ha empinado nuestro orgullo más arriba de la mole de “Tukuwaganga”  y del “pukutay”.  Loor a su casta protagónica de los últimos decenios,  que junto a  sus hermanos Javier, Lucho, Eleazar y “Chapla” Macshi, conforman un   quinteto  de antología que, para los más acuciosos entendidos,  constituye lo más destacado de las últimas tres décadas.  Y bendecidos nosotros que aún podemos disfrutar  de su  arte danzarín, de su genio innato, de su inspiración y estilo inigualable,  que sólo la  pródiga naturaleza puede  reinventar, de tiempo en tiempo,  para ofrecernos  en sorbos burbujeantes de huarinismo para escanciarlo con deleite.  Loor a  los  cultores de todos  los tiempos y  espacios,   de lo que consideramos, con justa razón,   uno de nuestros  más preciados bienes y valores  culturales, cabal expresión  de nuestros sentimientos y emociones. 
Lima, 31  agosto de 2014 


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