El Partido Popular camina hacia la marginalidad. Su desmoronamiento, tras conocerse la sentencia del ‘caso Gürtel’, es tal que si hoy hubiera elecciones, la formación que preside Mariano Rajoy pasaría a ser la cuarta fuerza política del país –tras Ciudadanos, PSOE y Podemos– con apenas el 16,8 por ciento de los votos y 63 escaños, frente al 33 por ciento y los 137 escaños que obtuvo en las generales de junio de 2016.

Desde entonces, el apoyo a los populares ha caído en barrena: ha perdido el 50 por ciento de los votos y casi el 55 por ciento de sus escaños. La corrupción siempre tiene un precio y le va a salir muy cara al PP, si nos atenemos a la encuesta de SocioMétrica que hoy publica EL ESPAÑOL.

Votos para Rivera

Sus electores huyen despavoridos: el 33 por ciento de sus votantes de toda la vida ya tiene claro que va a votar al Ciudadanos –Rivera alcanzaría los 108 escaños y el 28,5 por ciento de los votos–, mientras un 14 por ciento camina hacia la abstención o hacia otros partidos como Vox. El actual inquilino de la Moncloa lleva camino de convertir al PP en una formación casi residual en el próximo parlamento.

La sentencia de la Audiencia Nacional, que tilda de mentiroso a Mariano Rajoy y que acredita una trama de corrupción generalizada en la formación que preside, además de la existencia de una ‘caja B’ con la que se dopaba en los procesos electorales y de donde salían los sobresueldos para los jefes de la organización, empezando por el propio Rajoy, lleva camino de convertirse en el acelerador del ocaso del Partido Popular.

Acuerdo PSOE-Ciudadanos

Porque el principal drama del partido de Génova 13 es que su tendencia hacia la nada parece no tener suelo. No solamente ha perdido la mitad de votos y escaños desde 2016, sino que cada día que pasa –en dos meses ha perdido casi cinco puntos– se acentúa su hundimiento. Su caso nos recuerda al de la extinta UCD, que en las elecciones de 1982 se despeño hasta los 11 escaños, 157 menos de los que había obtenido en 1979. No es de extrañar entonces el pesimismo que embarga estos días a los dirigentes populares si tenemos en cuenta, además, el calvario judicial que todavía les queda por delante. 

Con este panorama, y aunque logre salvar la moción de censura interpuesta por el PSOE, Mariano Rajoy cuenta con pocas posibilidades de sobrevivir a la grave crisis que le acechan a él y a su partido. El todavía inquilino de la Moncloa debería dimitir y convocar elecciones cediendo el liderazgo de su partido a otro dirigente popular. Como esto difícilmente va a ocurrir la mejor solución pasa por un acuerdo entre PSOE y Ciudadanos para que una moción de censura desemboque en la convocatoria de elecciones generales durante el próximo otoño.