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Emprendedores, sí, pero con pedigrí familiar
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Emprendedores, sí, pero con pedigrí familiar

Lo que algunos ya llaman 'la burbuja del emprendimiento' tiene en muchos casos como protagonistas a los hijos de grandes familias muy adineradas

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Felipe Cortina, 35 años, y Álvaro Gomís, 31, son jóvenes emprendedores. Tienen una empresa, Jimmy Lion, en Nueva York. Fabrican calcetines “porque el calcetín es una prenda misteriosa, que tiene un efecto sorpresa que la convierte en una prenda muy interesante”, tal y como confesaron en su día en 'Expansión'. Son modernos y emprendedores y aunque tienen mucho dinero no les importa “compartir un estudio en Manhattan”. Cortina es hijo de Alfonso Cortina, vicepresidente de Rothschild Europa, y Gomís de José Gomís, vicepresidente de Isolux. Sus progenitores les aconsejan que se dediquen a lo que les haga felices. Pero se lo han trabajado. Son licenciados por CUNEF e ICADE, respectivamente, y ambos cursaron un MBA en Nueva York.

El caso de estos dos vástagos de dos grandes figuras empresariales españolas no es excepcional. Los hijos de las élites, en unos casos más célebres y en otros menos, ahora también quieren ser “emprendedores”. Es un fenómeno en curva imparable desde el comienzo de la crisis, en 2008. Si se observa la gráfica de búsquedas en Google España de la palabra 'startup', desde esa fecha se puede trazar una línea erguida y casi vertical hasta 2017. De hecho ya hay quien habla de “la burbuja del emprendimiento” y de una “industria auxiliar y oportunista” surgida al calor de esta moda: asesores, incubadoras, aceleradoras, mentores, conferenciantes...y en muchos casos charlatanes sin más.

Si vienes de una familia con amplios recursos, con contactos, y te desenvuelves bien en entornos internacionales, tienes un cóctel muy interesante

El experto Javier García, autor del libro ‘La burbuja del emprendimiento’, lo resume en una charla con El Confidencial: “Para muchos estudiantes o hijos de familias empresarias con dinero crear una 'startup' es algo muy apetecible. Sobre todo en el campo de la tecnología. Todos hemos comprado narrativas de éxito realmente atractivas. Todos queremos ser el que funda el nuevo Facebook, el nuevo WhatsApp o el nuevo Apple. Si además tienes una familia que te apoya con amplios recursos, con contactos para conseguir apoyos de inversión y te desenvuelves bien en entornos internacionales, tienes un cóctel muy interesante para intentarlo. O al menos hacer mucho ruido durante una buena temporada y probar de esta medicina. Parece que en ese contexto la empresa familiar, eso que durante generaciones ha ido pasando por la familia, y donde cada generación quería sumar a lo que hacía lo anterior, no es tan ‘cool’ y pierde atractivo”.

Así, entre las ‘startups’ más celebradas por las revistas especializadas se encuentran muchos apellidos conocidos, empezando por el del hijo menor de José María Aznar, Alonso, que creó una aplicación para ligar “con otros amigos de la universidad”. Ese aparentemente neutro “otros amigos”, en muchas ocasiones remite a un núcleo cerrado de familias poderosas que arrancan sus negocios apelando a lo que ellos llaman, con el habitual gusto por los anglicismos en el mundo de la empresa, “financiación 'friends and family”. En resumen, pedir dinero a sus padres, como fue el caso de los fundadores de la red social Tuenti, uno de los primeros casos mediáticos de éxito entre “jóvenes emprendedores”.

Poder aguantar

“Evidentemente venir de una familia con dinero siempre ayuda, aunque hay perfiles de todo tipo en las ‘startups”, corrobora Jaime Novoa, de Kfund. “Ellos saben que si se caen, que es lo que sucede el 90%, van a poder aguantar y tomar decisiones”, añade el analista de proyectos. “Que sean jóvenes tiene mucho que ver con esos riesgos. No es lo mismo jugártela cuando tienes 40 años y dos hijos que cuando nadie depende de ti”, agrega Novoa, que también concede que entre estos “cachorros de las élites” va creciendo la idea de emprender en detrimento del “trabajo en banca o grandes empresas, aunque esto sigue siendo lo dominante”.

Quien no termina de estar muy de acuerdo con la apreciación es José Cabiedes, dueño de una de las empresas dedicada al apoyo financiero a nuevas compañías. En su opinión esto no es así. “No he dedicado mucho tiempo a pensar en eso, la verdad es que no tengo ni la más remota idea de si hay más gente que provenga de familias adineradas o no, pero no me parece relevante”, zanja.

Arrancar una empresa desde cero es enfrentarse a la incertidumbre extrema, todo está en el aire y es muy complejo que salga bien

En opinión de García, además de porque está de moda la idea de pensar en los famosos “unicornios” (aunque en una versión más modesta del uso habitual que se le da al sustantivo) que suponen montar una ‘startup’ y venderla en menos de tres años por más de un millón de dólares, lo que explica esta especie de endogamia empresarial es que “los riesgos de emprender son muchos. Arrancar una empresa desde cero es enfrentarse a la incertidumbre extrema, todo es futuro: el proceso, la tecnología, el canal de venta, por supuesto los clientes —que es el único inversor relevante en los negocios sostenibles, porque paga por lo que haces—, el equipo, las previsiones… cuando estás decidido a montar una ‘startup’ solo ves gastos ciertos e ingresos muy inciertos. Así que es francamente complejo enfrentarse a estas situaciones, mucho más que salgan bien y aún más que salgas indemne si sale mal”.

Apellidos ilustres

La lista de apellidos ilustres es muy larga, incluyendo compañeros de colegio de los Reyes, como los Espinosa de los Monteros, y en ella abundan también los nombres extranjeros. Por ejemplo, los Rogé, Schurna, Echalecu, Solís, Oria, Calleja, Herrera o Fernández-Astolfi. “Los contactos son básicos, así como los idiomas y la costumbre de tratar con gente de cualquier sitio en un entorno globalizado”, comenta otro experto de una escuela de negocios que prefiere no dar su nombre “por si alguien se ofende”. De hecho, entre los principales mandamientos de los emprendedores está "tener una agenda con contactos de calidad". Pero el profesor matiza: “En general, los estudiantes de estos cursos y de grados como CUNEF, hagan lo que hagan después, ya provienen de entornos familiares de alto nivel económico”. La agenda de contactos no solo es buena para emprender.

El mapa del emprendimiento en España, atendiendo a un estudio reciente de South Submit, habla de que en casi todos los casos se trata de varones universitarios con una edad comprendida entre los 25 y los 44 años. En los últimos años y meses han surgido todo tipo de negocios en esta órbita, como los de venta de flores frescas, productos detox o recetas veganas. Así que las ‘startups’ están de moda, pero mejor si uno tiene pedigrí para montarlas.

Felipe Cortina, 35 años, y Álvaro Gomís, 31, son jóvenes emprendedores. Tienen una empresa, Jimmy Lion, en Nueva York. Fabrican calcetines “porque el calcetín es una prenda misteriosa, que tiene un efecto sorpresa que la convierte en una prenda muy interesante”, tal y como confesaron en su día en 'Expansión'. Son modernos y emprendedores y aunque tienen mucho dinero no les importa “compartir un estudio en Manhattan”. Cortina es hijo de Alfonso Cortina, vicepresidente de Rothschild Europa, y Gomís de José Gomís, vicepresidente de Isolux. Sus progenitores les aconsejan que se dediquen a lo que les haga felices. Pero se lo han trabajado. Son licenciados por CUNEF e ICADE, respectivamente, y ambos cursaron un MBA en Nueva York.

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