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Di Maio, un agitador en el palacio

Luigi Di Maio, el líder de 5 Estrellas, inició la negociación poselectoral como ganador y acabó acorralado por La Liga

Daniel Verdú
Luigi Di Maio (en el centro), durante el desfile militar ayer en Roma.
Luigi Di Maio (en el centro), durante el desfile militar ayer en Roma.ALBERTO PIZZOLI (AFP)

Luigi Di Maio (Avellino, 1986) perdió los nervios la noche del pasado domingo. Tras 83 largos días de negociaciones, el líder del Movimiento 5 Estrellas (M5S) descubrió delante de toda Italia que le habían tomado el pelo. Once millones de votos se iban por el desagüe y Matteo Salvini, su socio en el acuerdo, que acababa de completar una jugada de libro para hacerlo saltar todo por los aires, se colocaba en la pole de una repetición electoral. Giggino, como le conocen sus amigos, agarró su móvil y comenzó una retransmisión en la que llamó a su militancia a salir a la calle y rebelarse contra el presidente en la “noche más oscura de la República”. Cuando apagó la cámara y recobró el aliento, pudo escuchar un crujido seco. Su autoridad en el partido acababa de resquebrajarse. Especialmente en una parte de la bancada parlamentaria.

En el sector siciliano del M5S, un formidable motor de diputados y senadores (49 parlamentarios) que funciona como una unidad en el partido y se ha partido la cara contra la mafia allá abajo, no gustó nada. El hermano del presidente, Sergio Mattarella, murió asesinado en 1980 por la Cosa Nostra. La imagen de este sacando el cadáver de Piersanti del coche es un icono de la lucha contra esa lacra en Italia y un símbolo de la dignidad ciudadana. “Se le fue la cabeza. Ofendió al presidente”, señalan fuentes de ese entorno. Al día siguiente, el garante del M5S, Beppe Grillo, publicó una carta en un periódico llamando a la calma y desautorizando a su pupilo. El politólogo Piero Ignazi resume así la pifia: “Arruinó en cinco minutos su imagen de un persona fiable construida en cinco años. Fue por histerismo juvenil y falta de experiencia, un ataque de nervios. Cayó en la trampa de Salvini, que demostró, como todos los miembros de la Liga, tener una experiencia incomparable. La política es una profesión, y ellos todavía son amateurs”.

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Di Maio lo arregló en el último minuto. Retrocedió y hoy, a sus 31 años sin una experiencia laboral más allá de una legislatura en el Parlamento, compartirá la vicepresidencia del Gobierno con Salvini y gestionará el Ministerio más complejo. Una fusión entre Trabajo y Desarrollo Económico, la zona cero de donde emana el cabreo de los italianos. Un área para la que se necesitarían varios ministros si solo se quisieran gestionar bien los marrones industriales que se avecinan: Alitalia, la acerera Ilva, Alcoa... En 2018 fueron 162 casos que implicaron a 180.000 trabajadores. Pero Di Maio ha elegido esa cartera, sobre todo, porque le permitirá distribuir la renta de ciudadanía. El tuétano de sus promesas electorales: 780 euros para todo desempleado a quien no hayan llegado más de dos ofertas de trabajo. Se lo debe al sur, que le votó en masa.

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Hijo de una familia humilde de Pomigliano D’Arco —un pequeño pueblo a 20 kilómetros de Nápoles golpeado por casi todos los males del sur de Italia—, siempre se puso del lado de los necesitados, cuentan sus amigos de la época. Las amenazas del Norte que profería su actual socio hace poco tiempo le horrorizaban. “Soy de Nápoles, del Sur, y Salvini era uno de los que decía aquello de ‘Vesuvio, lávalos con fuego’. La alianza es imposible”, llegó a decir. Pero el interés aprieta y ahora están metidos en esto juntos con una fórmula de gobierno insólita

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El M5S eligió a Giuseppe Conte, un profesor de Derecho Privado a quien no conocía nadie en Italia, como primer ministro. Los grillinos le diseñarán la agenda, la comunicación —su portavoz será el mismo que el del partido— y le construirán el equipo. La idea es dominar esa parte de la acción política, señala el exdiputado y fundador del partido de izquierdas Possibile, Pippo Civati. “Pero la jerarquía entre Di Maio y Salvini no será fácil. Y además de gobernar, tendrá que demostrar que puede controlar una partida política muy compleja”.

El líder de M5S ha elegido Trabajo para distribuir la renta de ciudadanía

Falta de experiencia

La Liga ya ha pisado la moqueta del Palacio Chigi en el pasado. Tiene clase dirigente y un ideario mucho más claro. “Puede que en eso nos lleven ventaja. Nosotros tenemos la calle”, señala un diputado grillino. Pero ahora están dentro, y ahí nadie se fía de nadie. Por eso Salvini ha colocado como jefe de Gabinete a su mejor hombre, el experimentado Giancarlo Giorgetti, curtido en la fontanería del partido y el Estado para controlar al primer ministro y todo lo que pase a su alrededor. Será el ancla de Salvini.

En la calle, el M5S afronta una dura realidad: sus votantes de izquierdas están horrorizados con el pacto con la ultraderechista y xenófoba Liga. El partido, normalmente abierto en temas sociales y a algunas expresiones del mundo LGTB, acepta al frente del Ministerio de Familia y Discapacidad a Lorenzo Fontana, un antiabortista de la Liga que estrenó el cargo proclamando que “las familias gais no existen”. En la cuestión migratoria tampoco habrá matices. “Todos a su casa”, grita Salvini. Antiguos miembros del M5S, como el alcalde de Parma, Sergio Pizzarotti, creen que ya no queda nada de las ideas originales del partido. “Hoy todos los votos de la izquierda ya no los recogería. Aquel partido murió en 2016. Parece que la Liga haya ganado, obtiene más ministros de lo que cosechó en votos. Pero Di Maio no podía permitirse volver a las urnas, porque Salvini habría ganado solo”.

El problema será si el acuerdo se rompe. Di Maio está hoy en una posición mucho más débil que la que le otorgaron las urnas. Cuestionado en el partido, la inagotable reserva del M5S, personalizada en el joven Alessandro Di Battista, calienta en la banda esperando su próximo error. Pero tocará el poder, y eso es justo lo que necesitaban él y el M5S después de desgañitarse en las calles de Italia desde su fundación. Ayer lo dijo bien claro en su primer mitin como vicepresidente: "Ahora nosostros somos el Estado".

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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