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Se acerca una nueva Gran Moderación

El excesivo entusiasmo por el crédito hace más probable la vuelta a la recesión

BRU-NO (PIXABAY)

La Gran Moderación... risitas ahogadas. Seguramente, la idea de que las economías modernas no necesitan ciclos económicos desapareció con la gran crisis financiera de 2008. Al igual que el “fin de la historia” proclamado tras la caída de la Unión Soviética, esta noción parece pertenecer al diccionario de las locuras utópicas.

Desecharla es demasiado precipitado. Las herramientas económicas necesarias para evitar el sobrecalentamiento de las subidas y la ultrausteridad de los bajadas están fácilmente disponibles. De hecho, ya se han aprovechado.

Véase la fuente original de los ciclos económicos: el clima. Durante siglos, la alternancia de buenas y malas cosechas provocó cambios bruscos en los ingresos y gastos de los agricultores, y a menudo de todos los demás. Ahora, sin embargo, la gestión de la producción, el dinero del Estado y sensatos acuerdos de crédito mantienen los ingresos agrícolas bastante constantes.

Herramientas similares han atenuado los ciclos de inventario, que sucedieron a los meteorológicos. Las empresas optimistas a veces todavía producen demasiado y contratan a demasiada gente, y sus quiebras provocan recortes. Sin embargo, la producción a tiempo y la mejora de los flujos de información mantienen ahora la oferta más alineada con la demanda. Además, unos acuerdos de crédito sensatos garantizan que las pérdidas de existencias sean modestas y se extiendan demasiado como para causar estragos económicos.

El arma anticíclica más poderosa es el aumento del relativamente estable sector de los servicios. Representan entre el 70% y el 80% del PIB en las economías desarrolladas. Solo una pequeña proporción está sujeta a grandes oscilaciones en la inversión de capital; el resto implica poco más que pagar a la gente para que haga cosas. Estos pagos constantes amortiguan los efectos de las caídas y los aumentos en otros sectores de la economía. El gasto público es otra importante adición moderna al arsenal macroeconómico. El Gobierno puede gastar cuando el sector privado está indeciso. También se supone que la política monetaria moderará o estimulará la demanda según sea necesario.

Aún así, el colapso global que estaba llegando a su clímax hace una década mostró que el poder combinado de la información, la regulación, el crédito sensato y la política fiscal y monetaria no eran suficientemente fuertes para mantener la Gran Moderación que Ben Bernanke, entonces miembro del consejo de gobierno de la Reserva Federal de Estados Unidos, describió en 2004.

La debilidad principal era el imprudente sistema de crédito. Los ciclos económicos actuales son predominantemente financieros. Los préstamos y las inversiones financieras se conceden con demasiada libertad. Y el dinero desaparece de forma demasiado abrupta.

La construcción, financiada en gran medida con deuda, es especialmente presa de booms y quiebras. Las consideraciones financieras determinan la disposición de los empresarios a asumir riesgos y el entusiasmo de las empresas existentes por pedir préstamos para pagar nuevos recursos.

Y los ciclos de crédito siguen adelante. A pesar de que el tipo de interés oficial de EE UU está subiendo, el dinero sigue siendo mayormente barato en todo el mundo. Los resultados son alentadores, de la manera en la que se animan las personas bajo la influencia de las drogas. El crecimiento del PIB sigue siendo sólido y constante, mientras los flujos monetarios cruzan las fronteras imprudentemente y los estándares de crédito de las empresas bajan.

En otras palabras, el mundo está pasando por una versión menos extrema de la última Gran Moderación. Este también es probable que termine infelizmente. Los actuales excesos cíclicos irán probablemente seguidos de otro período de abatimiento injustificado.

¿Por qué el crédito no se mantiene bajo un control más estricto? El patrón de ciclos peligrosos ya estaba claro en la década de 1960, cuando el economista estadounidense Hyman Minsky articuló lo que más tarde llamaría su “hipótesis de inestabilidad financiera”. Esto puede resumirse en una frase: a menos que los préstamos estén muy regulados, siempre serán desmedidos.

Los inversores han encapsulado durante mucho tiempo la visión de Minsky en la sabiduría popular, que sostiene que los mercados están impulsados por la alternancia de excesos de miedo y avaricia. Sin embargo, hasta 2009, la mayoría de los economistas y reguladores preferían imaginar que la economía estaba guiada por individuos racionales. La regulación anticíclica del crédito se ha puesto más de moda desde la última crisis, pero las restricciones han sido demasiado tímidas y localizadas como para frenar el gigantismo financiero mundial.

Nadie sabe cuánto podría lograr una regulación firme y coordinada del crédito. Los escépticos suelen argüir que la codicia es una parte demasiado grande de la naturaleza humana como para ser domada por meras reglas y expectativas oficiales.

La experiencia de las economías modernas sugiere que tal pesimismo no está justificado. Las reglas, las expectativas y el buen diseño han ayudado a neutralizar los efectos negativos de otros rasgos humanos indelebles e inútiles. El descuido y la imprudencia persisten, pero la conducción, la aviación y los trabajos de construcción son mucho más seguros que en el pasado. La disminución del consumo de cigarrillos muestra que puede restringirse incluso a los productores de un producto altamente rentable y adictivo.

El requisito previo para esos éxitos fue un compromiso compartido. Eso está totalmente ausente cuando se trata de frenar el entusiasmo financiero.

Por el contrario, los políticos siguen acogiendo con satisfacción la excesiva fortaleza de los mercados bursátiles y el rápido aumento de los precios de la vivienda. Los reguladores siguen temiendo mucho más los descensos recesivos imparables y desaprovechar potencial de crecimiento que los excesos crediticios.

En este entorno, es probable que los intentos de suavizar el ciclo crediticio sigan siendo demasiado débiles. Probablemente será necesaria otra recesión global inducida por la deuda para que las políticas duras parezcan plausibles. De hecho, la actual rienda casi suelta al entusiasmo por el crédito hace que una recesión tal, que haga cambiar el punto de vista, sea aún más probable.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías.

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