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The Guardian en español

Los agricultores estadounidenses, rehenes de las guerras comerciales de Donald Trump

Imagen de la edición de este año de la Farm Progress Show, la feria agraria más grande del mundo.

Dominic Rushe

Boone (Iowa) —

Ha sido un verano largo y raro para el cinturón del maíz de Estados Unidos. El clima ha sido inmejorable y los agricultores esperan una cosecha de soja récord. Pero en el Farm Progress de Boone (Iowa), la mayor feria agraria del mundo, de lo que se hablaba la semana pasada era de Twitter, de aranceles y de a quién venderán su producción.

Los agricultores estadounidenses llevan meses “en la primera línea de fuego” de la guerra comercial internacional que inició la Administración de Trump, señala Davie Stephens, agricultor de Kentucky y vicepresidente de la Asociación Americana de Soja. Ahora parece que podría haber un avance importante, con el acercamiento de las posturas con Canadá y México.

Donald Trump empezó a enfrentarse al NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) incluso antes de ser candidato a la presidencia. Es conocida la definición que hacía sobre este tratado de libre comercio de 25 años entre Estados Unidos, Canadá y México. “El peor acuerdo comercial de la historia”, decía.

Si bien es cierto que los agricultores del Farm Progress también tienen quejas contra el NAFTA y que muchos son votantes de Trump, lo que de verdad necesitan es seguridad. El maíz y la soja no crecen en un día. Pero desgraciadamente para ellos, las certezas no son una característica de Trump.

A pesar de eso, Stephens alberga esperanzas sobre el preacuerdo con México y está impresionado con el equipo de Trump. “Nuestra esperanza es que estemos más cerca de una resolución; pueden llamarlo NAFTA o como quieran, no nos importa”, dice.

Esa era la sensación predominante entre los visitantes de las 32 hectáreas del Farm Progress, que terminó el jueves. Los agricultores mostraban un cauteloso optimismo sobre el respaldo de Trump al sector mientras charlaban junto a los más de 600 stands de equipamiento agrícola con cosechadoras gigantescas y otras máquinas de un universo Lovecraft más imaginables en un escenario de exploradores espaciales que en el de la producción de alimentos.

Contribuyen al optimismo los 12.000 millones de dólares en ayudas a productores agrícolas que el Departamento de Agricultura ha anunciado para compensar las pérdidas por los aranceles impuestos a modo de represalia contra las exportaciones estadounidenses. Pero lo que la mayoría de los agricultores dice querer es “comercio, no ayudas”. Y quieren que se firme un acuerdo ya.

En algunas partes del país la cosecha ya ha comenzado, los vendedores de semillas están a punto de llamar y los agricultores tienen que empezar a planificar qué van a cultivar el próximo año y cuánto. Los precios de las materias primas se han desplomado debido a los aranceles y al exceso de oferta. Hay que renegociar préstamos.

En el lento negocio de la agricultura la planificación lo es todo. Si no se llega a un acuerdo, el nerviosismo actual podría convertirse pronto en algo más parecido a pánico. “Necesitamos un acuerdo lo antes posible, un trato que sea bueno para todos”, dice Rich Schwemen, consultor agrario local.

Solo entre los agricultores de Iowa, las pérdidas posibles por los aranceles ascienden a 2.000 millones de dólares. Por eso fue tan importante el anuncio del lunes 27 de que Estados Unidos había llegado a un principio de acuerdo con México para resolver sus diferencias. Pero el viernes 31 la ministra de Asuntos Exteriores de Canadá, Chrystia Freeland, dijo tras interrumpir un viaje a Europa por las negociaciones con Estados Unidos que las conversaciones habían llegado a un punto muerto y que Trump seguía amenazando con poner fin al NAFTA y llegar a un acuerdo solo con México.

La amenaza de Trump podría ser una farol. Canadá es el principal comprador de las exportaciones estadounidenses y el NAFTA ha permitido a los tres países trabajar al unísono en varias industrias, especialmente la automotriz, que sufrirían enormemente sin un acuerdo que incluya a los tres. Incluso si Trump llega a un acuerdo, todavía no está claro si tendrá que pasar por el Congreso ni si el Congreso lo aprobaría.

Según Dennis Slater, presidente de la Asociación de Fabricantes de Equipamiento (AEM, por sus siglas en inglés), los aranceles han sido muy malos para los negocios y sus consecuencias se extienden más allá de la agricultura. Los aranceles que Trump impuso al acero importado, el inicio de la guerra comercial, encarecieron entre un 10% y un 20% el coste de fabricación de la enorme maquinaria agrícola que se calienta bajo el sol de Iowa. Teniendo en cuenta que esa maquinaria puede costar medio millón de dólares o más, se trata de mucho dinero. “Incluso si utilizamos acero estadounidense, los precios siguen subiendo”, dice. “La economía está fuerte y, sin oferta, todos han subido sus precios”.

Las empresas que forman parte de la AEM contratan aproximadamente a 1,3 millones de personas. De ellas, 350.000 se dedican a la fabricación de maquinaria agrícola. Las pérdidas a las que se enfrentan los agricultores afectarán a todo el sector manufacturero y a las personas que dependen de ellos. “Si pierdes tu trabajo mañana, no vas a comprar otro coche”, dice Slater. “No hay duda de que hay que revisar el NAFTA y de que necesitamos un trato mejor con China”, añade. Pero la industria necesita certezas, de lo contrario “va a haber despidos de estadounidenses”.

El primer día, el Farm Progress cerró temprano y sin buenos augurios. Una tormenta repentina convirtió el lugar en un lodazal de barro negro y resbaladizo y los organizadores pidieron a los visitantes que regresaran a sus casas. Algunos de los que no habían acudido en vehículos con tracción en las cuatro ruedas (incluyendo este reportero) tuvieron que ser remolcados hasta la carretera por carros de golf trucados.

“Es toda la atmósfera”

El miércoles, con el sol vino a la feria Sonny Perdue, secretario de Agricultura de Trump. En la rueda de prensa, Perdue elogió a los agricultores: “Encarnan el gran espíritu americano, la toma de riesgos, el emprendimiento, el trabajo duro y los valores de la fe y de la familia, que son mi inspiración dondequiera que vaya”. Mientras, esquivaba las preguntas difíciles.

Reconoció que los agricultores le habían dicho que querían comercio y no ayudas. “No hay granjero en Estados Unidos que no prefiera una buena cosecha y un precio justo antes que un cheque del Gobierno”, dijo. Pero los mercados son injustos para los exportadores y, según Perdue, el mensaje de Trump fue: “Basta ya, vamos a tener libre comercio y comercio justo”.

Muchos agricultores de la feria temen que, si el conflicto continúa, Brasil y otros proveedores sudamericanos intervengan y se hagan con una ventaja permanente en los mercados de China y otros lugares. Un tercio de la soja estadounidense va hoy a China. Ese ‘injusto’ comercio y la pujante economía china han permitido que las exportaciones de soja crecieran desde 400 millones de dólares en 1997 hasta 14.000 millones de dólares en 2017.

Según Perdue, el conflicto no ha causado daños irreparables a largo plazo. “El mundo sabe que tenemos productos de alta calidad en los que se puede confiar”. Pero admite que podría llevar “un poco de tiempo recuperar esos mercados”.

En la carpa donde Perdue habló, el aplauso fue tan cálido como el sol de Iowa. Fuera de ella, la reacción fue menos uniforme, como el clima. Un agricultor que no quiso ser identificado (“no quiero meterme en una guerra de Twitter”) se mostró escéptico y dijo esperar peores noticias pronto. “¿Cuál es el plan? ¿Enfadar a nuestros principales socios comerciales? ¿Gritarles? No sé si es la mejor manera de hacer las cosas. Hoy todo se ve mejor, ¿pero quién sabe qué va a pasar mañana? Nos podría fastidiar a todos con un tuit (de Trump) a las 6 de la mañana”.

Los visitantes internacionales de la feria, y había muchos, tampoco se mostraron muy optimistas. Lu Tan, empleado de la maicera Dekalb en la provincia china de Hunan, había viajado 30 horas para asistir a la muestra. La guerra comercial no es buena para nadie, dijo. “No es bueno para nuestros dos países, deberían desarrollarse relaciones comerciales amistosas”. También observó con ironía el tamaño de la maquinaria en exhibición: “Gran parte de la agricultura china es de pequeños agricultores, necesitaríamos máquinas más pequeñas”.

Un visitante canadiense que prefirió permanecer en el anonimato para no perder clientes fue más directo. “Trump es una amenaza. No puedes confiar en una sola de sus palabras. Por supuesto que hay cosas que resolver, pero ¿quién dice que mantendrá su palabra? El tipo es un mentiroso”.

Pero los granjeros no culpan a Trump del desastre, sino a Washington. El otro gran tema del Farm Progress fue el gran proyecto de ley agraria. Abarca una serie de programas agrícolas y alimentarios, se renegocia cada cinco años y expira a finales de septiembre. Siempre es una patata caliente y ahora más que nunca. Una preocupación más para unos agricultores que ya están irritados.

Stephens dice que cuando hace 13 años comenzó a ir a Washington para hacer lobby había más cooperación entre los dos grandes partidos. “Ahora hay tanta antipatía. No es sólo de esta Administración, en la de Obama también. No los culpo, el ambiente es así”.

Traducido por Francisco de Zárate

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