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En la España vacía falta gente pero no hay trabajo para una oleada de inmigrantes
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EL CAMPO YA CUENTA CON SUFICIENTE MANO DE OBRA

En la España vacía falta gente pero no hay trabajo para una oleada de inmigrantes

El debate sobre si es posible acoger en España a miles de refugiados pone de relieve una paradoja: sí hay espacio físico e incluso se les necesita, pero no hay empleos suficientes

Foto: Estación de servicio abandonada en Ayoluengo de la Lora, Burgos. (D.B.)
Estación de servicio abandonada en Ayoluengo de la Lora, Burgos. (D.B.)

España se está quedando vacía pero no hay trabajo para acoger a los inmigrantes que, salvo un improbable retorno de los españoles al mundo rural, son los únicos que pueden revertir la despoblación. Así lo confirman las distintas organizaciones agrarias y ganaderas. En comunidades como Castilla y León, Andalucía y Extremadura, el campo no tiene más capacidad de absorción de mano de obra. En todo caso, sí hay margen para picos puntuales de 300 o 500 jornaleros para una campaña concreta, pero no para que se asienten todo el año varios miles de personas sin cualificación procedentes de otros países, tal como se plantea desde algunos sectores como solución tanto a la despoblación como a la llegada masiva de personas desde África.

"La demografía tiene que crecer para que sigamos teniendo servicios y un futuro, pero para eso antes ha de haber trabajo para todos. Si ahora viene un alza demográfica con miles de inmigrantes quizá como dato sea positivo, pero no sé dónde los pondríamos a trabajar”, afirma Ignacio Arias, coordinador de organización de la Unión de Campesinos de Castilla y León. "Nuestra comunidad autónoma tiene ya un paro bastante grande. Es decir que el problema no es que falte gente, sino que los de aquí no quieren trabajar en el campo. Añadir mano de obra lo que quizá haría es tirar el precio de los jornales. Si ahora el convenio está en 6,50 euros la hora, la gente empezaría a trabajar por tres".

placeholder Temporeros vendimiando en La Rioja. (EFE)
Temporeros vendimiando en La Rioja. (EFE)

Esta reflexión viene al hilo del debate sobre la capacidad que tiene España para absorber a los cientos de inmigrantes que llegan diariamente a sus costas. Si bien demográficamente es innegable que en España hay suelo y viviendas para acoger a los refugiados que cruzan el Estrecho en busca de una vida digna, la realidad es mucho más compleja y está llena de condicionales.

"Castilla y León no revertirá su declive demográfico si no atrae a 200.000 inmigrantes", sentenció el nuevo secretario de Estado de la Seguridad Social, Octavio Granado, al 'Diario de Burgos' en junio. "Esa cifra, en términos económicos, es una barbaridad. Con 500 personas más en Valladolid, que es donde yo trabajo, ya coparíamos todas las necesidades. Castilla y León es un desierto en agricultura", subraya el coordinador de la Unión de Campesinos. "Lo que sí necesitamos son perfiles técnicos, gente que sepa usar la maquinaria agrícola y pueda trabajar en la industria, pero no creo que sea posible encontrar esos perfiles entre los inmigrantes que llegan en patera a España. Aquí ya tenemos mucha gente que sabe usarla, pero se va a otros lugares porque le pagan mejor".

placeholder Las explotaciones agrarias necesitan personal que sepa operar maquinaria. (EFE)
Las explotaciones agrarias necesitan personal que sepa operar maquinaria. (EFE)

Seis meses de campaña

Tampoco en Andalucía ven solución al dilema entre crecer en demografía y dar un futuro digno a esos nuevos residentes. "En algunos momentos de campañas grandes, como la de la aceituna, sí se ha necesitado bastante mano de obra. Depende de cómo venga esa campaña, de si el clima te obliga a recoger rápidamente o no. Pero de ahí a decir que en Jaén, por ejemplo, habría margen para dar trabajo estable a miles de personas, cuando ya hay muchísima gente en paro, no lo veo. Puede que durante seis meses, si tiene los contactos y sabe ir enlazando campañas, un inmigrante recién llegado pueda ganarse un sueldo, pero el resto del año es complicado", resume María Inés Casado, secretaria de Igualdad de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA).

"Antes de la crisis sí hubiera dicho que tenemos trabajo para nuevos inmigrantes porque nadie quería trabajar en el campo. Pero ahora es distinto. Tengo vecinos que me piden que meta a sus hijos en la cuadrilla porque no encuentran trabajo, y a lo mejor he tenido dos años a un inmigrante que me ha trabajado bien y tengo que dejarlo fuera. Hay muchos cabezas de familia y mujeres echadas al campo para ganarse la vida que han dejado a los inmigrantes fuera de juego. Es una situación muy complicada para los agricultores porque nos pone en un compromiso. Hay gente nacida en España con buenos estudios recogiendo aceitunas. Diría que la comunidad de extranjeros, al menos en Andalucía, está ya bastante estable".

placeholder Un olivarero africano en la campaña de la aceituna. (EFE)
Un olivarero africano en la campaña de la aceituna. (EFE)

Solo en picos puntuales como la recogida de la fresa en Huelva hay un déficit de mano de obra, pero este año por ejemplo los empresarios cerraron contratos para traer mujeres procedentes de Marruecos. O en el valle del Jerte (Cáceres) para la recogida de la cereza. "Quizá podemos absorber a 300 personas, pero poco más", indica Ángel García, presidente de Asaja Extremadura. "El campo extremeño antes daba mucho trabajo en el tomate, por ejemplo, pero cada vez está más mecanizado. El tabaco sí sigue pidiendo mano de obra pero ya está muy copado por los marroquís".

García lanza un dardo a los trabajadores extremeños que, estando dados de alta an el sistema de paro agrario, se niegan a desempeñar las labores más sacrificadas. "Para la campaña del viñedo o el olivar no tenemos problema para encontrar trabajadores, pero en las campañas de mas calor tenemos que recurrir a los trabajadores rumanos y búlgaros. Es urgente revisar el paro agrario para que no nos encontremos con esta falta de personal cuando hay mucha gente cobrando subsidios".

Foto: Un temporero descansa sobre un colchón raído que le sirve como alojamiento. (David Brunat)

El ajo, la cereza, la viña, el espárrago, los frutos rojos. Ir enlazando campañas por la península sería el empleo más probable para los recién llegados del Estrecho. Conseguir un contrato estable en una única explotación agraria o ganadera se antoja complicado, dado que suelen ser negocios de tamaño familiar. Y en los pueblos, más allá del campo y del pequeño comercio, no hay muchas alternativas. A esto se añade que errar durante seis meses no es precisamente la panacea del trabajo digno. Unos 15.000 extranjeros lo llevan haciendo desde hace años en condiciones miserables, explotados por sus empleadores de día y malviviendo entre escombros de noche.

placeholder Un grupo de inmigrantes llegados a la isla de La Gomera. (EFE)
Un grupo de inmigrantes llegados a la isla de La Gomera. (EFE)

Según un estudio de Adecco, las empresas del entorno rural necesitan con urgencia perfiles técnicos como fresadores, mecánicos, cocineros u oficiales para la industria cárnica, habilidades que pocos inmigrantes llegados en las oleadas del Mediterráneo podrían aportar. Entretanto, España sufre un éxodo poblacional interno que desemboca en un puñado de grandes ciudades, con Madrid y Barcelona al frente. Castilla y León, por ejemplo, perdió más de 12.000 afiliados a la Seguridad Social en 2016. Falta gente en los pueblos pero no hay trabajo. Una paradoja cuya solución pasa únicamente por desarrollar políticas de desarrollo rural que fijen población y generen puestos de trabajo atractivos para sus habitantes.

España se está quedando vacía pero no hay trabajo para acoger a los inmigrantes que, salvo un improbable retorno de los españoles al mundo rural, son los únicos que pueden revertir la despoblación. Así lo confirman las distintas organizaciones agrarias y ganaderas. En comunidades como Castilla y León, Andalucía y Extremadura, el campo no tiene más capacidad de absorción de mano de obra. En todo caso, sí hay margen para picos puntuales de 300 o 500 jornaleros para una campaña concreta, pero no para que se asienten todo el año varios miles de personas sin cualificación procedentes de otros países, tal como se plantea desde algunos sectores como solución tanto a la despoblación como a la llegada masiva de personas desde África.

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