El lobo del hombre

El lobo del hombre

VLADIMIR VELÁZQUEZ MATOS
Muchos de ustedes, amables lectores, tal vez todos, han visto la estupenda película de Steven Spielberg: “La lista de Schindler”, obra ésta basada en hechos reales que expone vividamente el exterminio judío en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, en donde las más abyectas aberraciones psico-patológicas colectivas se ensañaron contra multitudes humanas enarbolando una ideología de odio y de supremacía racial que sobrepasa lo demoníaco, y que prácticamente toda la humanidad repudia como un hecho superlativo de horror desde que el hombre salió de las cavernas.

Pero no solamente está la película de Spielberg, ya que hay muchas otras de tanta calidad como la antes citada, además de existir un material casi infinito de testimonios personales bien documentados, libros, material gráfico y fílmico de este hecho que jamás, insisto, jamás, debe ser repetido, en el cual la iniquidad y el mal absoluto se enseñorearon a sus anchas, cosa que motivó después de concluido aquel descalabro humano producido por el nazi-fascismo, que la comunidad internacional se volcara de manera altruista y generosa con este pueblo, tanto, que cuando en el año 46 se fundó el Estado israelí, todo el mundo apoyó y vió con buenos ojos a esa nación antes dispersa en el mundo entero debido a absurdos históricos y xenófobos, asentándose por fin en la tierra de sus antepasados en donde convivían con otros pueblos al igual que ellos de origen semítico, pero que no obstante eso, ha sido caldo de cultivo de innumerables desavenencias.

Han pasado ya sesenta años y en esa tierra que es considerada sagrada por las tres religiones monoteístas que existen, no ha dejado de manar sangre a raudales en una hemorragia de odios y de muerte que no se compadece con su honroso origen, en donde nadie se pone de acuerdo para que haya un cese definitivo al fuego y se entablen serias negociaciones para alcanzar la paz entre tanta gente que vive en esa atribulada región, y que hoy, desgraciadamente, parece reavivarse en dichas contradicciones y odios ancestrales, los cuales no sólo amenazan con arrasar a los pueblos, sino también al mundo entero.

Y cuando hacía alusión al principio de este artículo con la Shoa de los judíos, el famoso holocausto, no dejo de pensar en el horror actual de los campos de refugiados palestinos, en la imposibilidad para que aquel pueblo pueda crear también su estado en esa misma tierra que también es suya, de las brutales incursiones del ejército israelí ante poblaciones civiles indefensas, en donde a bombazo limpio y con modernísimos artefactos de aire y de tierra, se perpetre un crimen igual de brutal como el que le infligió los nazis al pueblo judío, y cuyo gobierno, en un acto totalmente desproporcionado, ha lanzado en estos día un ataque cruento a sus vecinos, que los principales medios de información han condenado unánimemente considerándolo un genocidio, alejando para siempre toda posibilidad para la paz.

Es preocupante la situación actual que estamos viendo, porque además de empujar a unos límites máximos el precio del barril de petróleo, lo cual podría descalabrar la economía mundial, ha cohesionado a facciones ideológicas antes contrapuestas de los grupos extremistas islámicos, tal como se ha visto en Irak, cuyas razones regionales muy concretas se han convertido en causa común de odios totales e irracionales hacia occidente, en una especie de yihad que realmente confrontaría a todo ese conglomerado, bastante heterogéneo, por cierto, con este lado, convirtiéndolo a la fuerza en algo que es tesis en la actualidad como lo es “choque de civilizaciones”, el cual, más que choque ideológico, es un choque económico como cualquiera puede percatarse.

El mundo está en una crisis muy profunda, y me atrevería a decir, como hacía tiempo no se veía una situación tan alarmante, en donde un poder hegemónico unilateral sanciona lo que le conviene y atropella con alevosía lo que no, enarbolando una carencia total de ideales humanitarios y espirituales, en donde sólo prevalecen los intereses del más fuerte.

Sesenta y un años después de Auswizt-Birkenau, Treblinka, Dachau, Büchenwald y tantos otros campos de muerte, y el horror sigue igual, hoy perpetrado, paradójicamente, por quienes casi fueron en ellos exterminados.

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