En fotos: recordando la Revolución Sandinista

El triunfo revolucionario representó la culminación de una larga lucha en contra de la dictadura familiar de los Somoza, que gobernó con puño de hierro al pequeño país centroamericano por más de 40 años.

En esta lucha se involucraron amplios sectores de la sociedad nicaragüense, encabezados en el plano militar por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN.

Este movimiento guerrillero reivindicaba el nombre y los ideales de Augusto C. Sandino, el patriota nicaragüense que combatió la intervención militar de Estados Unidos en Nicaragua de 1927 a 1933.

Durante los primeros meses de la revolución funcionó en el país una "Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional", integrada por representantes del Frente Sandinista y de otros sectores de la oposición anti-somocista.

Y una de los primeras iniciativas del nuevo gobierno fue la realización de una gigantesca campaña de alfabetización, en 1980, que logró reducir el analfabetismo del 50% al 12%.

Este logro le valió a Nicaragua el premio internacional Nadezhda Krupskaya, otorgado por la Organización de Naciones Unidas para la Educación y la Cultura, Unesco.

Pero ya para entonces, las diferencias ideoloógicas entre el FSLN y las fuerzas políticas tradicionales ya empezaban a hacerse notar.

Pronto, la oposición política se trasladó al plano militar.

Y el gobierno de Estados Unidos no dudó en apoyar abiertamente a "la Contra", el nombre genérico empleado para referirse a los grupos insurgentes que empezaron a operar desde los vecinos territorios de Costa Rica y Honduras.

Para el gobierno de Washington el gobierno sandinista constituía una amenaza comunista.

Y las autoridades revolucionarias respondieron a lo que denunciaron como una agresión de EE.UU. decretando el "estado de emergencia", en 1982.

Como resultado, se restringieron algunas libertades políticas y se militarizaron numerosos sectores de la sociedad.

El "estado de emergencia" se mantuvo de 1982 a 1988, es decir, durante seis de los diez años que duró la revolución.

Durante ese período todos los nicaragüenses estaban llamados a defender las "conquistas revolucionarias", que incluían un radical proceso de reforma agraria, la nacionalización de numerosas empresas y grandes esfuerzos en materia de salud y educación.

A la desmovilización de "la Contra", en 1990, los enfrentamientos entre ambos bandos habían producido 50.000 víctimas y millones de dólares en pérdidas para el país.

La Revolución Sandinista, sin embargo, también contó con un decidido apoyo internacional. Numerosos movimientos de solidaridad se constituyeron en varios países, incluido el propio Estados Unidos.

Miles de internacionalistas -conocidos popularmente como "sandalistas"- llegaron al país para sumarse a las labores de recolección de café, proyectos educativos, productivos, etc. A dar una mano en cualquier cosa que el país pudiera necesitar.

El libro de Otker Bujard y Ulrich Wirper recoge numerosos ejemplos de los afiches empelados por estos movimientos de solidaridad.

Los afiches también jugaron un papel destacado a nivel local.

Como explica el novelista nicaragüense Sergio Ramírez en uno de los ensayos que acompañan el libro, "el cartel fue una forma inventiva de convocar, de movilizar, de enseñar, de motivar".

Ramírez -uno de los primeros integrantes de la Junta de Gobierno y vicepresidente de Nicaragua entre 1984 y 1990- afirma que los afiches convirtieron a la imagen en un instrumento eficaz para "todo lo que tenía que ver con la defensa, con la movilización popular, con la alfabetización, la reforma agraria, las campañas de salud, y con la promoción de la cultura misma".

"Igual que los carteles de la Revolución Mexicana, los de la República española, y luego los de la Revolución Cubana, que permiten ver las ocurrencias de la historia que tocó vivir a los pueblos de México, España y Cuba en años cruciales, los que aquí se presentan hacen posible una lectura de los intensos años de la Revolución Sandinista, y el repaso viene a resultar aleccionador en muchos sentidos", continúa Ramírez.

"El primero de ellos, que las revoluciones, además de ser hechos culturales, son hechos de la vida. La vida que fluye intensa a través de los trazos y colores que aquí vemos, colores que no hubieran sido tan ricos e intensos si no hubiera estado detrás el fervor popular", concluye el escritor.

Para muchos, la Revolución Sandinista llegó a su fin en febrero de 1990, cuando el gobierno encabezado por Daniel Ortega Saavedra fue derrotado en las urnas por una coalición de partidos de oposición liderada por Violeta Barrios de Chamorro.

El triunfo de Chamorro le puso fin al conflicto bélico y permitió la desmovilización de "la Contra".

Pero también marcó el final de un período marcado por la intervención del Estado en casi todos los ámbitos de la vida nacional.

El FSLN, siempre con Ortega a la cabeza, intentaría regresar al poder por la vía electoral en 1996 y 2001, pero sin éxito.

La historia, sin embargo, cambiaría en noviembre de 2006.

Para el FSLN, su victoria en las elecciones celebradas en noviembre del 2006 representó una oportunidad para dar continuidad al proyecto revolucionario de 1979.

Y desde su llegada al poder, la agenda del partido sandinista ha incluido una cerrada defensa "de las conquistas revolucionarias" que se ha traducido, por ejemplo, en mayores inversiones en salud y educación.

Varios de los ex compañeros de lucha de Ortega, sin embargo, lo acusan de haber traicionado los ideales revolucionarios en favor de un proyecto de enriquecimiento personal y de perpetuamiento en el poder.

El libro de afiches tomó su título de un poema del nicaragüense Mario Cajina Vega, titulado "Cartel", que dice:

La revolución es un pupitre/ es un estante en una escuelita/ toda llena de lápices y papeles.

La revolución es el vestido/ es el estreno de los pobres en Domingo/ y el pantalón y la camisa limpia para cada día.

La revolución es la comida/ es una mesa servida con su pichel de agua/ y el tenedor y el cuchillo sobre el mantel a cuadros/ teniendo además otro cubierto listo/ por si acaso se aparece una visita.

La revolución es la tierra/ son los arados surcando los maizales/ y una familia de azadones cultivando hortalizas.

La revolución es el trabajador/ (La revolución es el obrero con una flor).

La revolución es el hombre/ es el amigo que no piensa lo mismo/ y vota en contra y sigue siendo el mismo amigo.

La revolución, es el indio.

La revolución es un libro y un hombre libre.