Rabiosas

1 Oct

Uno de los lemas que coreamos con más fuerza en las manis feministas es «En caso de duda, tú la viuda». Lo gritamos con una sonrisa maliciosa, como si fuera una transgresión de la leche defender algo tan obvio como que cuando nuestro maltratador intenta asesinarnos, es legítimo y necesario defendernos incluso aunque si el resultado es que terminamos asesinándole nosotras a él.  Otro de los lemas que sentimos un poco macarra es «picha violadora, a la licuadora». Sin embargo, siempre me he preguntado, como lo hace Virginie Despentés (bueno, creo recordar que se lo pregunta en Teoría King Kong) por qué no hay más mujeres que arrancan de cuajo la polla de sus violadores cuando éstos les obligan a hacerle una mamada.

Maitena Monroy, la gran formadora en el País Vasco de autodefensa feminista, llama la atención en sus talleres sobre lo mucho que empatizamos con los agresores. Cuando nos cuenta estrategias para prevenir una agresión o plantar cara a un acosador (no puedo contar qué estrategias son, pero algunas les ponen en evidencia en público, otras les hacen un poco de daño) es habitual que alguna diga «qué pobre, ¿eso no es pasarse un poco?», y que la mayoría lo pensemos. Nos da apuro pasarnos de bordes y de agresivas con un tío que nos está agrediendo. Ella suele poner el símil del robo: cuando tenemos la sospecha de que alguien nos va a robar, no andamos con esos remilgos para defendernos.

El uso de la violencia es uno de los debates más novedosos, transgresores y delicados del feminismo (bueno, igual las feministas de los setenta lo debatían, pero yo no estaba ahí). Hay colectivos como Medeak que de alguna forma quieren romper con el esquema mujer víctima y hombre agresor, propiciando que las mujeres se reapropien del uso de la violencia. Vaya, no hablan de dedicarse a apalear a hombres. Hablan de autodefensa. De cabreo legítimo. De no dejar que los machistas sigan acosándonos, maltratándonos, asesinándonos. Mirad este párrafo:

«En los tribunales nos juzgan como lesbianas, como feministas radicales. Nos dicen que salimos en manada a matar hombres heterosexuales. Seguramente, será pura casualidad que sean las nuestras las que acaban siempre muertas. Mientras tanto, sus leyes solo pueden leernos como victimas. No nos dejan contestar; la autodefensa es violencia, pero paradójicamente su violencia nunca es violenta… (…) y aprenderemos a defendernos de vuestra violencia!! CABRONES!!!»

Ilustran el post con imágenes impactantes: una mujer desnuda desangrándose ante la mirada de un hombre, un grupo de monjas con rifles, y una manifestaciones de mujeres árabes en las que una porta un fusil. Soy la primera a la que me cuesta la forma de expresarse de Medeak y que recurra a esa iconografía violenta. No he sido capaz de ver Kill Bill (ya lo sé, imperdonable) ni Fóllame, dos películas de culto para las jóvenes feministas cabreadas. Cuando en los debates han sacado el tema de reapropiarnos de la violencia en según qué situaciónes, se me ha rayado el disco y sólo era capaz de pensar: «Soy pacifista, soy pacifista, soy pacifista, soy pacifista…» Pero estoy cambiando de idea.

El sábado pasado, en un bar, un tipo que estuvo a punto de recibir una hostia de una feminista (la paró el camarero) por lo mismo, se puso a acosar a una amiga mía (también feminista, pero de estética nada sospechosa de serlo). Por acosar me refiero a que se puso a ligar con ella invadiendo su espacio vital, ella le dijo que la dejara en paz, y él siguió insistiendo, acorralándola de forma que ella, que es super alta, no podía salir de ahí ni empujándole. Se había quedado sola en el bar, así que no veía a nadie conocido que le echase un cable. Una cuadrilla de tíos miraban el espectáculo divertidos. Hay que ser gilipollas. Un par de días después, estaba en la calle con mi amiga cuando el acosador pasó por delante de nosotras y le dijo algo tipo «qué guapa eres». Ella le contestó: «¿A que te pego una hostia?» Y a él eso le hizo gracia. ¡Le hizo gracia! A mí me han llegado a soltar eso de «qué guapa te pones cuando te enfadas». Mi amiga me decía que igual tenemos que conseguir que vean que vamos en serio, que podemos soltarles una hostia perfectamente, para que se lo piensen dos veces antes de agredirnos.

Claro que hay un pequeño problema: al menos yo no sé pegar una hostia. Nunca lo he hecho. Ni tan siquiera he jugado a pelearme con nadie (al contrario de estos niños que se pelean como cachorritos de león). La mayoría de las mujeres somos analfabetas en materia de lucha. Monroy se preguntaba en el taller al que asistí cómo es posible que los padres sigan enseñando a pelear a los hijos, cuando son las hijas las que necesitan ese conocimiento para defenderse de las agresiones sexistas. Es decir, aún hoy se refuerza ese binarismo: al hombre se le sigue enseñando a usar la violencia y se sigue sin instruir a la mujer sobre cómo defenderse.

No se trata sólo de  sentirnos con el derecho de usar la violencia cuando está en riesgo nuestra integridad. Se trata también de darnos cuenta de que a las mujeres nos han educado en la dulzura, la empatía, la comprensión, y nos han reprimido otras emociones necesarias como la rabia.  Una cosa que me pasa todo el rato es que, como tengo un gesto serio, los hombres me dicen: «sonríe un poco, mujer». ¿Por qué tengo que sonreir? ¿Te crees que soy una azafata o algo? Se extrañan si nuestra actitud no es la de gustarles y complacerles.

Otro ejemplo: cuando he descubierto que alguien en quien confiaba ciegamente me ha engañado, mi primera reacción ha sido intentar comprenderle y excusarle, y hacer como que no me afecta demasiado. ¡Eso no es sano! ¡Tenemos derecho a enfadarnos, necesitamos enfadarnos! ¡Necesitamos pegar un puñetazo a la pared o una patada a una silla! Lo contrario, esto de tragarnos la mala hostia todo el rato, nos lleva a la neurosis.

Fans de Mad Men: sabéis que esa serie está inspiradísima en «La mística de la feminidad», ese clásico imprescindible de Betty Friedan, en el que retrataba a la mujer de los años cincuenta y sesenta. Os hablé de ello en este post. Como os contaba, Friedan habla del «confortable campo de concentración» que es la vida de la ama de casa. Las mujeres de los Mad Men tienen todo lo que habían aprendido a desear. Sin embargo, van acumulando día a día frustración. Sus maridos las hacen sentir todo el rato poca cosa. Ese Don Draper que siempre tiene alguna amante abronca a Betty Draper por haberse comprado un bikini que «es de buscona». Y ella baja la mirada y le contesta: «Perdona, no lo sabía». ESO NOS SIGUE PASANDO. Y tenemos que cabrearnos por ello.

El pacifismo es uno de los rasgos más postivos del feminismo; siempre se dice que es el único movimiento revolucionario que ha conseguido cambiar tan radicalmente la realidad sin derramar una gota de sangre. Es cierto. En la construcción de nuestras nuevas identidades como mujeres más o menos emancipadas, no queremos imitar roles masculinos violentos. No es esa la cuestión. Pero de ahí a amputar nuestra capacidad de enfadarnos y defendernos cuando nos agreden, va un trecho.

¡¡¡¡NINGUNA AGRESIÓN SIN RESPUESTA!!!!

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20 Respuestas para “Rabiosas”

  1. GrandianWeirdo 1 octubre, 2011 en 9:45 #

    Creo que no has seguido viendo más temporadas de Mad Men, probablemente te lleves una sorpresa y hasta ahí puedo leer…

    Sobre el tema, el uso de los oprimidos de la violencia para la autodefensa es más que un derecho, yo diría que es hasta es un deber. Y esto me vale para cualquier caso. Con el pacifismo sólo se consiguen reformas y reformas, el sistema va adaptándose y dando migajas. Pero en el caso particular de las agresiones sexuales en la calle, qué haces? Ninguna sonrisita ni slogan ingenioso te va a a salvar, ninguna ley te va a librar. Es tu derecho usar la violencia cuando te agreden. De hecho, no sé como las mujeres conscientes de toda esta violencia a las que se ven expuestas no llevan armas, un hombre probablemente sea más fuerte que una mujer, pero las hostias con una extensible le duelen igual.

    Creo que hay que diferenciar entre ser pacífica y ser pacifista, son cosas muy distintas.

  2. Lucía 1 octubre, 2011 en 10:06 #

    Dices: «Es legítimo y necesario defendernos incluso aunque si el resultado es que terminamos asesinándole nosotras a él». Cuánto peligro contiene un pensamiento como ése. Primero, porque legítimo solamente es acorde a las leyes y en este país no es legal asesinar como autodefensa, por mucho que las pelis estadounidenses nos lo muestren tan a menudo. En segundo lugar, porque esa no es la respuesta que se debe dar a una situación de injusticia. En este país no existe la pena de muerte, mucho menos las sentencias sin juicio. Existe un entramado legal y unos servicios cuyo objetivo es evitar y prevenir el maltrato.
    Defender que los débiles tienen el derecho o el deber de ejercer la violencia es defender el terrorismo, porque basta sentirse débil para obtener esa legitimidad. Un discurso pelígrosísimo que ha dejado mil muertos en nuestras calles.

    • Mari Kazetari 1 octubre, 2011 en 10:16 #

      Lucía, igual «legítimo» no es el término adecuado. Yo no hablo de que una mujer asesine deliberadamente al hombre que está intentando asesinarla. Hablo de que si un hombre intenta asesinar a una mujer y la única forma que tiene ella de sobrevivir es pongamos que agarrando un cuchillo que tiene al alcance de la mano y clavándoselo, lo está haciendo para defenderse de un intento de asesinato. Que eso no lo ampare la ley y tenga que cumplir con consecuencias penales, pues bueno, ahí no entro. Lo que no es normal es que las mujeres estemos expuestas a violaciones, maltrato y asesinato y no sepamos defendernos. Que a veces ni lo intentemos.

      Y ahí paso a contestar a Granadian Weirdo cuando hablas de que vayamos armadas. Virginie Despentes cuenta que cuando la violaron de joven ella llevaba una navaja en el bolsillo. Cuenta que está segura de que la hubiera usado si hubiera sido otro tipo de ataque. En cambio, se quedó paralizada, y ella lo atribuye a que en caso de agresión sexual las mujeres nos anclamos en el papel de víctimas que nos ha reservado el patriarcado. A mí eso es lo que me preocupa, que no se trate sólo de una cuestión de fuerza, de saber golpear a alguien o de portar un arma, sino que en el momento de la agresión nos quedemos bloqueadas y juguemos ese papel de víctima pasiva para el que nos han educado.

      • GrandianWeirdo 1 octubre, 2011 en 10:39 #

        Había pensado eso que dices, de hecho, no creo que sea necesario leer a ninguna feminista influyente, he tenido cerca a compañeras militantes muy activas y que luego eran maltratadas por sus parejas. Supongo que será por lo que dices en la entrada, no estáis habituadas a la violencia mientras que los niños por el contrario aprenden a solucionar conflictos desde pequeños a base de hostias. Es un poco lío.

    • jabokatu 2 octubre, 2011 en 11:46 #

      Lucia, confundes justicia, legitimidad y legalidad. Es justa la «legítima defensa» ante una agresión física y más si se pone en peligro la vida humana. Legítimo no es acorde a las leyes, eso es lo legal, el derecho positivo.
      No se de que país hablas, para afirmar que » no es legal asesinar como autodefensa», te diré que existe una eximente absoluta o completa en el art. 20.4 del código penal que dice: «El que obre en defensa de la persona o derechos propios o ajenos, siempre que concurran los requisitos siguientes:

      Agresión ilegítima. En caso de defensa de los bienes se reputará agresión ilegítima el ataque a los mismos que constituya delito o falta y los ponga en grave peligro de deterioro o pérdida inminentes. En caso de defensa de la morada o sus dependencias, se reputará agresión ilegítima la entrada indebida en aquélla o éstas.

      Necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla.

      Falta de provocación suficiente por parte del defensor.»

      Por otra parte discrepo, la defensa y no poner la otra mejilla, es decir, negarse a soportar una injusticia, y en especial una agresión, es un derecho (reconocido legalmente y legítimo) a la integridad personal.Asesinar como autodefensa es poner en la balanza los dos derechos. No es propio de pelis, sino del derecho romano, heredado en la mayor parte de Europa.
      Ante estas situaciones uno o una puede defenderse sin consultar al juez sino aplicando la proporción en su defensa legítima.
      También te informo que «En este país SI existe la pena de muerte», pero claro, se suele decir que no, para vanagloriarse de su condición democrática.
      El art. 15 de la consitución española dice:
      «Queda abolida la pena de muerte, salvo lo que puedan disponer las leyes penales militares para tiempos de guerra.»

      El actual entramado legal y los servicios públicos no evitan ni previenen el maltrato, con muchos miles de muertas sin cuestionarse tanto sistema o entramado ineficaz.
      Defender que los débiles tienen el derecho o el deber de ejercer la violencia es defender el no sometimiento. La violencia es una expresión de fuerza, y negar a un débil su uso es someterlo, victimizarlo doblemente. No basta sentirse débil para obtener esa legitimidad, la legítimidad lo da una conciencia y sentir colectivo que ampara esa fuerza de defensa, de legitimidad en los fines y los medios. La filosofía del Derecho valora el criterio personal y la legítimidad (que nunca es algo personal) como elementos de debate y de aceptación sin leyes ni normas coactivas de por medio en nuestra comunidad.

  3. jabokatu 1 octubre, 2011 en 19:19 #

    Intentaré ser breve, cosa difícil comentando tus post, o al menos, en mi caso.

    En primer lugar, creo que dos veces sigues estereotipos, tanto sobre la amiga tuya, feminista ¿alguna no lo es o quieres decir militante?,.. y añades «pero de estética nada sospechosa de serlo» ¿qué estética es la feminista? La ropa o cierta apariencia, tanto de un día y momento concreto como general, no es señal de como piensa ni que relación quiere mantener con hombres, mujeres o que pasa por su cabeza.

    Conozco mujeres acusadas de ser pijas, de ir con ropas, vestidos, con mucho estilo y desparpajo, pero a las que se les intenta, y a veces se consigue, hacer daño por su forma de vestir.

    Mi ejemplo personal es que no me siento a gusto con muchas formas de vestir y con el tiempo deje el tupe, y mi costumbre es vestir de una manera concreta. No voy por la calle como cuando voy al monte, y en cambio tengo amigos que sí, y a unos nos miran mal cuando vamos a un ambiente y si cambiamos a otro, algo que se hace con el tiempo, pues pueden mirar a otros.

    Suelo decir que entré a un gaztetxe con traje y es que casualmente lo tenía puesto y acudí a su llamda en media hora ante su asanblada. Quien recurre a pedir un favor, sabe esa disponibilidad, y por eso me han visto con rastas, crestas, estilo punk-okupas y estéticas variadas «desentonando» a mi manera. Sigo siendo el mismo, y quien me conoce me habrá visto de otras formas o de estas donde he considerado que tenía o quería acudir. Por eso tanto con traje, con vaquero, pantalón de montaña, como desnudo leo, hablo y soy el mismo.
    Mi propia imagen ha podido transmitir algo, pero al menos a mí me ha vacunado a identificar, por cómo viste una chica, su forma de ser, de comportarse y de tratarme.

    En ese sentido, no espero de una azafata (mundo donde no contratan hombres) esa sonrisa o actitud de gustar o complacer. Para mí, una azafata debe ayudar pero no llamar la atención ni molestar. No me tiene que enseñar ni escote, dientes ni sonrisa, pues no cuento chistes ni me gusta la sonrisa careta. Al contrario, su mirada o atención es lo que transmite tranquilidad, y profesionalidad.

    Esta obligación y clichés tenemos que reconocer que nos lleva a confusiones, y por lo tanto, no son realidades que podamos asegurar.

    Pasando a la rabia, describes un acoso del que «se puso a ligar con ella invadiendo su espacio vital». Yo no se ligar, pero primero plantarse delante de esa forma y no dejándola en paz, no se liga, se intimida, se abusa. No dejando en paz, «acorralándola de forma que ella, que es super alta, no podía salir de ahí ni empujándole» no se empatiza. Por eso no podemos decir que de esa forma intenta alguien ligar, que supongo que es caer bien, empatizar, bormear y si uno es gracioso o simpático, despierta curiosidad o al menos, llama la atención, puede llegar a recibir señales y acabar ligando.
    Lo triste es que ni otros chicos, o chicas, si las había, ni ella misma, hubiese cortado a gritos ante este acosador.

    Es cierto que «La mayoría de las mujeres somos analfabetas en materia de lucha», y la mayoría de hombres. Ante este nivel de acoso y de agresores contra mujeres es necesario saber responder y cortar todo intento.

    A mi me gustaría saber evitar que me agredan, pero en general, no me siento agredido físicamente. He intentado evitar algunas peleas y he visto armas en la noche bonaerense. Pero estaba ahí, y por suerte no me pasó nada.

    Pero insisto, conociendo hijas de amigos que salen y vuelven a casa, no pueden volver con miedo, no pueden tener sustos y llegar aterradas, no pueden gastar en taxi para recordar con agrado esa noche. Esa juventud agredida en bares, pubs o en su camino a casa, por un chico o una cuadrilla que se ríe y asusta, es una juventud marcada. Y cada una asimila el riesgo, lo supera como puede, pero no hay formación siendo vital sentirse libre, o al menos segura, sin temor ni amenazada.

    Esa»formación» puede valer para todo y para todos y todas, pero mi experiencia me dice sobre todo que sería útil para saber vivir y disfrutar de la noche a esas chicas, sin dependencias del padre, chico que sea, o taxista.

    No es sentir rabia y guardarla para nuestros adentros, algo que es a lo que nos han educado, sino que esa rabia no sea sufrimiento, que a algunos y algunas nos han pretendido inculcar bajo la conciencia de que hay que sufrir.

    Se puede ser comprensiva, dulce cuando hay que ser, tener rabia pero que no sea guardada en el momento en que alguien invade y agrede, pues entonces consuma esa agresión.

    En ese momento, ya ha ejercido violencia y ha sido efectiva, nos ha llegado a afectar. Por eso, actuar ya es una respuesta proporcional y necesaria para acabar con la agresión.

    Los conflictos son normales, son formas de las relaciones humanas. Quiero decir que no todo son risas, hay dramas, enfados, malentendidos y conflictos en las relaciones humanas. Eso no es malo en sí, salvo cuando ese conflicto no se sabe asumir, o cuando la relación deriva en sumisión o presión de una parte. Hay chantajes, amenazas o violencia física, y este es el fracaso.

    No sabemos canalizar los conflictos, ni en la introspección personal, asumiendo que podemos ver de otra forma, pensar y evitar el sufrimiento asumiendo las decepciones, o por lo contrario, evitando la presión contra otra u otras personas para imponer un criterio.
    La violencia es una expresión de ese conflicto sin resolver, y sin una forma de canalizar y resolver con inteligencia. Ni hemos aprendido a resolver los conflictos ni ha usar la violencia cuando es una respuesta proporcional para evitar males mayores.

    Tenemos mucho que trabajar, y en lo personal, tenemos mucho que asumir, desde la soledad y las relaciones que generamos, hasta los espacios vitales que necesitamos, queremos y debemos tener, para poder compartir algo, desde una mirada, hasta una vida en común, pasando por una charla como intento de ligue en un bar.

  4. Roberto 3 octubre, 2011 en 15:10 #

    Con todo respeto, esto es apología de violencia; no tiene otro nombre. Todos los colectivos violentos buscan siempre una justificación. Da bastante pena ajena leerlo. Triste comprobar que el feminismo se parece cada día más al machismo. Pobres nietos nuestros… y pobres nietas.

  5. Magapola 3 octubre, 2011 en 18:49 #

    Roberto, estamos hablando de que las personas que reciben ataques físicos con intención de muerte en muchos casos se quedan paralizadas porque nadie les ha enseñado a ahcer nada más. No es apología de la violencia, es reacción y se reacciona para evitar el daño, no porque apetezca matar.

    Imagínate, y esto lo saco de Teoría King-Kong, que a una chica la van a violar tres chicos. La chica lleva una pequeña navaja en su abrigo. ¿La saca? Esa pregunta se la haces a un chico y te contestaría que sí por supuesto. Una chcia te diría que tiene más miedo de la navaja que de los chicos que la van a violar.

    • emi 8 octubre, 2011 en 17:22 #

      Creo que mejor que es mejor respuesta que no eduquen a los niños para pelearse… ni para la violencia (lo cual no implica amputar ni la rabia ni la capazidad de enfado) porque enseñar a las niñas a pelearse sólo demuestra nuestro fracaso para educar y conseguir una sociedad igualitaria… Creo que hay demasiados clichés por aquí. Hay chicos que tendrían miedo de sacar esa navaja, de responder a una hostia, de verse metidos en una pelea… Supongo que la coeducación desde aulas, calles, casas, …es la mejor prevención y la justicia, las leyes y el fin de la impunidad la mejor respuesta. Defenderse es ablsolutamente legitimo, por supuesto… Eso vaya por delante. El otro día intentaron robarme en la calle en uno de los peores barrios de Lima (que no es ninguna broma!) Después de un forcejeo el tipo se fue caminando tranquilamente.. Me pegué un susto increible, y mi chico también… el atracador está acostumbrado a esa violencia, yo no.

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  1. June Fernández - 1 octubre, 2011

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