Guido Sosola: Érase Guillermo Morón

Guido Sosola @SosolaGuido

Hacia 1966, estalló una propuesta que, ahora, la creemos fue justa, aunque debió plantearse desde los inicios del gobierno de Leoni: la reforma tributaria. La inminencia de la campaña electoral, porque se hacía con antelación, imposibilitó la iniciativa a la postre. Sin embargo, coincidirán los historiadores que, entre otros aspectos, puso de relieve un par de fenómenos.

Digamos, por una parte, evidenció la existencia de una activa sociedad civil que la vieja literatura identificaba como grupos de presión, gracias a las mínimas libertades públicas, capaz de poner en tensión al propio Congreso hasta paralizar sus sesiones. Y, por otra, dio ocasión a la aparición de nuevos actores políticos surgidos de ámbitos diferentes, acaso insospechados, como Guillermo Morón. Por cierto, no se diga de una sociedad y de un régimen menos complejos que los actuales, ya que, por entonces, hubo problemas demasiados complejos como los sabotajes guerrilleros, la alianza gubernamental, el Esequibo, las tensiones con las transnacionales del petróleo, etc.

Morón era el historiador que desentonaba con el resto de sus colegas que lo acusaron de reaccionario, impidiéndole que profesara en las aulas de la escuela de la Universidad Central de Venezuela, dirigida en aquel entonces por Germán Carrera Damas. El caroreño que llega Caracas a cursar sus estudios y, desde los años cuarenta, se hizo sentir en la prensa por sus textos de opinión y el seguimiento que se le hizo a sus estudios en España, a finales de los sesenta hizo causa común con Pedro Tinoco y el llamado desarrollismo.





Nadie puede negar los méritos de quien se embraguetó con los varios volúmenes de su Historia de Venezuela, aunque no compartamos la perspectiva del último positivista que realizó tamaño esfuerzo, como tampoco negarlo respecto al resto de sus obras que, además, cuentan con una extraordinaria calidad literaria. Agreguemos, el país supo de los años de esplendor de la Academia Nacional de la Historia, cuando la presidió, y, frente a los latifundistas de la academia, fue Morón el promotor del fallido ingreso de Federico Brito Figueroa a la misma para despecho de los marxistas; quizá, por ello, nunca me canso de ejemplificar la conducta de Guillermo con una fotografía de 1981, en la que comparte un aniversario del PCV, mostrando su tolerancia y bonhomía.

Erase Guillermo Morón, habitante literalmente de una biblioteca en la que compartió la vida con su esposa, a la que conoció en la vieja España cuando ella fue a buscar al términal al indio, una estupenda anécdota que nunca se cansaron de contar. Paz a sus restos.