El lado bueno de las cosas (Silver Linings Playbook)

Silver Linings Playbook

Silver Linings PlaybookCada cierto tiempo sucede algo así. De la nada, aparece una película menor, sin aparentes pretensiones, que el boca-oreja acaba encumbrando a la categoría de título de culto. Otras veces es el inesperado bombazo en taquilla, o bien la química que existe entre la pareja protagonista. Aunque el mayor reclamo, no nos engañemos, sigue viniendo de las candidaturas -ocho en este caso- a los Oscar®. Todo esto es lo que ha sucedido con la nada convencional comedia romántica El lado bueno de las cosas (Silver Linings Playbook). Lo que aparentemente se presenta como un drama sobre personas inadaptadas, enfermedades mentales y familias desestructuradas termina siendo un vital canto a la vida y a las segundas oportunidades que combina fútbol americano y bailes de salón. Menuda mezcla, ¿no? Pues por extraño que parezca, el maridaje funciona. Empezando por el anfetamínico arranque de la cinta, dirigida por el irregular David O. Russell, unido a la demostración de que Bradley Cooper es algo más que una cara bonita. Siguiendo por el dúo formado por Jacki Weaver y Robert De Niro (su primer papel decente en una década) y terminando por la confirmación de Jennifer Lawrence como actriz seria (blockbusters aparte). El resto del cóctel lo conforman unos diálogos inteligentes que mantienen el ritmo y la atención del espectador a lo largo de dos horas que se pasan volando junto con una efectiva realización que -pese a algún molesto fallo de raccord- consigue darle la vuelta al calcetín del clásico esquema de la comedia chico-conoce-chica.

Nada es normal en esta película y, sin embargo, en menos de media hora es capaz de ganarse al espectador. Quizá su principal baza reside en la empatía que provocan las desventuras de la imposible pareja que forman Pat y Tiffany. Pero la banda sonora de Danny Elfman tampoco desmerece. Del mismo modo que no lo hace el nutrido plantel de secundarios entre los que se cuela uno de los más reconocibles símbolos deportivos de la ciudad de Filadelfia: los Eagles, su equipo de fútbol americano. Pero también hay cargas de profundidad hábilmente esparcidas a lo largo del metraje. Incómodos silencios. Trascendencia, que no pedantería. Y un canto a la vida. Una limpia y vitalista mirada que embruja y envuelve de un halo de credibilidad un acto de locura colectiva. La película se va impregnando a medida que avanza el metraje de ese espíritu de amour fou que precipita el rocambolesco final. Pat y Tiffany consiguen  hacerse un hueco junto a otras inolvidables parejas de inadaptados como los Clarence y Alabama, de Amor a Quemarropa (True Romance); Barry y Lena, de Embriagado de amor (Punch-Drunk Love); y los Joel y Clementine, de Olvídate de mí (Eternal Sunshine Of The Spotless Mind). Quien lo probó lo sabe.

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